Mi nombre es Francisco Javier Sánchez-Marín Martínez, tengo 46 años y me presento a Alcalde de mi municipio por la formación política Ciudadanos. Soy un ciudadano como tú, que se ha cansado de que los representantes políticos que tenemos se dediquen a jugar a la política como si jugaran al monopoli, completamente ajenos a la realidad y a las necesidades de los ciudadanos y además nos hagan creer que lo hacen porque lo pide la ciudadanía.
El único problema que tenemos en Cataluña con el idioma es la insistencia en imponer a toda costa uno, recordando como en los viejos tiempos esto no lo consiguió ni un dictador, es para darse cuenta de la cantidad de recursos que estamos tirando en una batalla perdida de antemano en la que solo habrá unos vencidos, nuestros hijos, a los que estamos hipotecando culturalmente ya que tendrían más oportunidades en el futuro como bilingües que dominando solo el catalán, a lo que podemos añadir el alto grado de fracaso escolar y la influencia que esta imposición tiene sobre ello. Claro que dentro de 30 años los partidos políticos pedirán perdón por el daño ocasionado y todo arreglado. Como yo no quiero arrepentirme por no haber hecho nada en contra de esta barbarie es por lo que estoy aquí dispuesto a dar lo que haga falta y a decirle a estos profesionales de la política que son perfectamente prescindibles y que, o rectifican o se pueden marchar a casa. Nos dejan claro que cuando alguien quiere las cosas bien hechas las tiene que hacer uno mismo.
Leemos continuamente eslóganes de campaña en referencia a pueblos o a líderes, ¡deformación profesional!, y a los ciudadanos ¿para cuando los dejamos?, ¿Cuándo es el turno de las gentes que forman esos pueblos y que votan esos líderes? Y si ahora es el momento de tal o cual pueblo, hasta ahora, ¿qué? Dejémonos de una vez de personalismos y de hablar de los derechos de las tierras y centrémonos en los derechos de sus pobladores.
En la anterior legislatura del parlamento autonómico asistimos al esperpento del parto de un estatuto que nadie ha pedido, que ha causado el quebranto y la insolidaridad del pueblo y que aun generará más enfrentamientos y odios gratuitos. Como que la pela es la pela podemos añadir el sueldo de 135 parlamentarios y su infraestructura dedicados durante tres años a ese engendro, olvidándose por completo de los problemas reales de esta sociedad: seguridad ciudadana, seguridad social, fracaso escolar, droga; mientras, nuestros representantes jugando a ser dioses, decidiendo lo que más nos conviene, haciendo de salva patrias, cuando no es ese su cometido, la democracia es la voluntad del pueblo, no la de sus representantes una vez que han sido elegidos; además la democracia es el gobierno de la mayoría con respeto de la minoría y aquí vemos como una minoría impone su voluntad porque el afán de poder es tal que todo vale con tal de no perder la poltrona.
En la política municipal, vemos continuamente como se ignora al pueblo y sus problemas hasta que llegan las elecciones, entonces es cuando nuestras calles necesitan reparaciones, las líneas blancas necesitan ser pintadas todas urgentemente y si en el maremagno de obras cerramos alguna calle y perjudicamos a los comerciantes, ¡es igual! son víctimas colaterales. ¿De verdad solo es necesario y conveniente hacer esto cada cuatro años?
El único problema que tenemos en Cataluña con el idioma es la insistencia en imponer a toda costa uno, recordando como en los viejos tiempos esto no lo consiguió ni un dictador, es para darse cuenta de la cantidad de recursos que estamos tirando en una batalla perdida de antemano en la que solo habrá unos vencidos, nuestros hijos, a los que estamos hipotecando culturalmente ya que tendrían más oportunidades en el futuro como bilingües que dominando solo el catalán, a lo que podemos añadir el alto grado de fracaso escolar y la influencia que esta imposición tiene sobre ello. Claro que dentro de 30 años los partidos políticos pedirán perdón por el daño ocasionado y todo arreglado. Como yo no quiero arrepentirme por no haber hecho nada en contra de esta barbarie es por lo que estoy aquí dispuesto a dar lo que haga falta y a decirle a estos profesionales de la política que son perfectamente prescindibles y que, o rectifican o se pueden marchar a casa. Nos dejan claro que cuando alguien quiere las cosas bien hechas las tiene que hacer uno mismo.
Leemos continuamente eslóganes de campaña en referencia a pueblos o a líderes, ¡deformación profesional!, y a los ciudadanos ¿para cuando los dejamos?, ¿Cuándo es el turno de las gentes que forman esos pueblos y que votan esos líderes? Y si ahora es el momento de tal o cual pueblo, hasta ahora, ¿qué? Dejémonos de una vez de personalismos y de hablar de los derechos de las tierras y centrémonos en los derechos de sus pobladores.
En la anterior legislatura del parlamento autonómico asistimos al esperpento del parto de un estatuto que nadie ha pedido, que ha causado el quebranto y la insolidaridad del pueblo y que aun generará más enfrentamientos y odios gratuitos. Como que la pela es la pela podemos añadir el sueldo de 135 parlamentarios y su infraestructura dedicados durante tres años a ese engendro, olvidándose por completo de los problemas reales de esta sociedad: seguridad ciudadana, seguridad social, fracaso escolar, droga; mientras, nuestros representantes jugando a ser dioses, decidiendo lo que más nos conviene, haciendo de salva patrias, cuando no es ese su cometido, la democracia es la voluntad del pueblo, no la de sus representantes una vez que han sido elegidos; además la democracia es el gobierno de la mayoría con respeto de la minoría y aquí vemos como una minoría impone su voluntad porque el afán de poder es tal que todo vale con tal de no perder la poltrona.
En la política municipal, vemos continuamente como se ignora al pueblo y sus problemas hasta que llegan las elecciones, entonces es cuando nuestras calles necesitan reparaciones, las líneas blancas necesitan ser pintadas todas urgentemente y si en el maremagno de obras cerramos alguna calle y perjudicamos a los comerciantes, ¡es igual! son víctimas colaterales. ¿De verdad solo es necesario y conveniente hacer esto cada cuatro años?